SALVACIÓN
Cucaracha enorme. A punto de magullarla…: “¡No me mates, soy Gregorio Samsa!”, Lulú, que conocía la historia, se detuvo; el insecto, voló hacia una fisura.
-José Alfredo Torres-
CENTRO DE RECLUSIÓN
“Estás infectada”; el médico del dispensario, muy alarmado, dio aviso. A Marina, la más alegre, la confinaron en una pocilga. “Le pasará pronto”, adujo el doctor.
-¡Es la epidemia. Llévenla al hospital! -defendían las reclusas.
No es necesario -juzgó el Director. Al tercer día, falleció. Años que no recibía visitas. Nadie reclamó el cuerpo. Les dije que no era necesario -volvió a la carga el Director-, el asunto era acabar con el punto de infección, nada más.
-José Alfredo Torres-
HÉROE
Estatua enorme, 45 mts., de Fresec Holmes, promotor de la riqueza para los menos y la pobreza para los más.
-José Alfredo Torres-
LÍDER
“¡Si no saliera elegido cerraré el pozo, el pastizal, el granero, de mi propiedad!”… Nadie votó en contra.
-José Alfredo Torres-
CAUTIVA
Un año encerrada. “La pandemia…”, le advertían. Mari, con 82 años a cuestas, se escabulló. Gozó la libertad de las aves, el canto del viento. Sus familiares, ya no la encontraron.
-José Alfredo Torres-
SONORIDAD CURATIVA
Diego Ortiz, músico maravilloso, durante la peste en Sevilla, 1553, reunió a un grupo de violagambistas. Apartados en la campiña, interpretaban melodías de inacabable belleza: dulcificaban el corazón. Noticias del azote, eran contrapunto de exaltación a la vida pulsando un instrumento-centro-del-universo: la viola da gamba. Aquellas composiciones, triunfantes sobre la enfermedad, reposan en el convento de Santa Clara de Sevilla.
-José Alfredo Torres-
VIRAJE
Roce con sus padres: reclamos, palabras altisonantes. Ismael, 14 años: contagiado. “¡No creo en la familia; qué bueno que me voy a ir de este mundo!”, dijo a la enfermera. Le enviaban flores, imágenes de la banqueta que les servía de cama, los ayunos con una torta al día esperando noticias de su hijo. Al tiempo, sanó. “Ya creo en mis padres” -confesó a la enfermera.
-José Alfredo Torres-
TRASPASANDO LA FRONTERA
Un niño de cuatro años camina en el desierto. Le cuelga un cartón: “Huyo de la pobreza, animal inclemente”. La migra lo llevó al albergue. Su madre, sacrificó tenerlo consigo.
-José Alfredo Torres-