Joven mesera, no aguantó. “Tengo hambre”, dijo al comensal. ¡Cómo! ¿Acaso no te dan alimentos aquí? No, y mi dinero no alcanza. La invitó a departir. Dejó el delantal, sentóse y comió. El dueño, escandalizado, la corrió. El cliente, pagó, y no supo más de él.
-José Alfredo Torres-