Purgaba 30 años de cárcel; la ley no le impedía postularse. Ganó la gubernatura: salió, cometiendo tropelías de toda laya (“tengo fuero”, aducía). Terminado su mandato, volvió a prisión, y ya maquina la candidatura próxima.
-José Alfredo Torres-
Purgaba 30 años de cárcel; la ley no le impedía postularse. Ganó la gubernatura: salió, cometiendo tropelías de toda laya (“tengo fuero”, aducía). Terminado su mandato, volvió a prisión, y ya maquina la candidatura próxima.
-José Alfredo Torres-
Días de camino. El profesor Jaime, llegó a ventanilla. “Aún no está su pago”; meses después: “Tampoco”. Vueltas y vueltas. Desistió. Vive de la caridad pública. La gente lo identifica: “…es el maestro”.
-José Alfredo Torres-
Desde el más allá, quise visitar mi tumba, derretida en la capa de humus. Olvidada. Mi yo en vida, disuelto. Mi yo eterno, vigente, aherrojado en una quietud insoportable.
-José Alfredo Torres-
La alegría le llegó cuando se enamoró del cliente. Renunció; todos la estimábamos. Volví a encontrarla, recontratada. “Viví el paraíso 2 meses” ¿Pero, y entonces?, inquirí. “Regresé para no morir de soledad, de tristeza… el virus se lo llevó”.
-José Alfredo Torres-
Estudiantes protestaron: pedían que la escuela fuera menos aburrida. Nadie los oía. Bloquearon una calle y agentes del orden les propinaron una paliza; de regreso a clases, el director manifestó: “¿Aprendieron la lección?”
-José Alfredo Torres-
El anciano Yasser asumió la noticia: debía dejar su casa; su terruño; en una hora, el enemigo bombardearía el sitio. “¡Mi vida está aquí!” Quedóse apacible. Las bombas destruyeron todo.
-José Alfredo Torres-